lunes, 4 de enero de 2016

VENENO DEL ALBA

Impávido ha observado el mundo, la conformación maquiavélica de un socialismo utópico que tiene a todo un país en hambruna... fulminantes son las acciones de un gobierno fascista que, como es natural, acalla a los pocos caudillos de la democracia, confinándolos en las cloacas del olvido. 
¿Hasta cuándo el mundo permitirá el germen de tal horror sempiterno? 
El socialismo podría bien ser una solución para algunos países en vía de desarrollo sin una economía sustentada... pero no con impunidad, no con el desuso de los derechos humanos... y no con el extremismo nazi con el que nuestras pesadillas se hicieron perennes. 
La historia nos dejó una huella dolorosa en Europa, y hoy que emerge en Latino América, el mundo no dice nada... el mundo, no hace nada.

Simón Bolívar y sus generales fundaron una tierra unida bajo tres colores puros, y hoy son tantas las diferencias entre sus naciones, que aquellos colores se ven enrojecidos por la sangre derramada y ennegrecidos por las intenciones del conspicuo poder absoluto que se busca en cada batalla.

Pero el poder absoluto en las manos equivocadas, produce dolor en aquellos que sufren los atropellos del secuestro de sus familiares bajo un nombre inverosímil, claro en los códigos, pero inexplicable en sus corazones: presos políticos.

Se podrán embellecer las palabras para cubrir la infamia contra hombres y mujeres inocentes, “presos políticos"; pero inefable es el sufrir de sus cónyuges, de sus hijos... y de sus hermanos.  Es decir, de todos nosotros: los ecuatorianos y los colombianos quienes sollozamos el lamento venezolano.

Ser deportado de la tierra de los lanceros, fundada en libertad y justicia por la hermandad de estos tres pueblos soberanos, no es un acto de valor.  Ser arrebatado del seno de un hogar, por la irreverencia de decir la verdad, no es un acto de honor.  Ser miserable con el propio pueblo en Dios, con su voz delegado, no es un acto de amor abnegado. 

¿Hasta cuándo las naciones hermanas seguirán consumiendo el veneno del alba,
y desdeñando la cura de la democracia? 

¡Ya no podemos procrastinar la paz!
¡Ya no podemos seguir el camino de la resiliencia!
Ya no podemos enmudecer ante la muerte, ni ante la posible guerra.
O es que acaso... ¿soy yo el nefelibata de esta tierra?

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